Casa Adentro: Nada, lo que está mal, que lo sepa todo el mundo.
- ycortes6221
- 30 abr
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"Casa adentro" es un término coloquial que, en la mayoría de los casos, hace referencia a la creencia de que hay ciertas situaciones que suceden entre un grupo específico de personas y que deben tratarse de forma interna, sin exponerse al público ni a la intervención de terceros, debido al carácter íntimo que pueden llegar a tener.
Se usa normalmente en ambientes familiares y privados, pero también en equipos, organizaciones o instituciones políticas. A veces incluso se utiliza con una connotación positiva, para salvaguardar tradiciones, costumbres o dinámicas particulares del núcleo en cuestión. Su objetivo principal está centrado en la idea de que hay problemas que surgen entre las relaciones interpersonales de un grupo determinado, que, por su contexto o gravedad, deberían hablarse y solucionarse de forma interna.
Un conflicto interno es una discusión, incidente o desacuerdo entre dos o más personas, lo cual es completamente natural, ya que todos somos seres humanos con diferentes formas de pensar. Sin embargo, este refrán ha sido acogido también para ocultar situaciones graves, minimizando su impacto y normalizándolas con el tiempo.
Lamentablemente, este refrán es muy utilizado en territorios como Colombia para encubrir situaciones de violencia familiar, casos de corrupción o incluso delitos cometidos dentro de ciertos grupos sociales, especialmente cuando son los líderes quienes ejercen estas acciones.
Toda esta aclaración sirve para hablar de cómo este tipo de pensamiento ha hecho que los espacios antirracistas, o las poblaciones más vulnerables de las comunidades negras, tengan que soportar todo tipo de violencias sin acceder a una solución óptima ni al apoyo efectivo del colectivo, por considerar que ese tipo de situaciones deben resolverse “casa adentro”. Esto ocurre principalmente en casos de misoginia (que en el caso de las mujeres negras se denomina misogynoir), el machismo generalizado en la cultura negra (independientemente del género de quien lo ejerza), la transfobia, la homofobia, la lesbofobia, la fetichización y exotización internalizadas con el objetivo de lograr la aprobación de la blanquitud, la corrupción, entre otros.
Muchas de estas situaciones se presentan constantemente en colectivos antirracistas o en la comunidad negra en general. Cuando las personas afectadas se enuncian, denuncian o hablan de estas violencias, no son tomadas en cuenta o se les sugiere que lo hablen en privado, porque “son temas casa adentro”. Esto reproduce la normalización de la violencia en espacios que públicamente se muestran como seguros, cuando no lo son.
Los espacios seguros no existen por sí solos. Lo que hace que un espacio sea seguro es la juntanza activa y el cuidado entre las personas que lo conforman. Si no hay una intención clara de cuidar al otro, y de tomar la decisión diaria de incomodarse y transformar el pensamiento, el discurso se queda sin acción, es decir, en pura palabrería.
Otra razón común por la cual algunas organizaciones negras encubren estos temas es la necesidad de mostrar un frente unido frente a las dinámicas sociales de la blanquitud. Al vivir una lucha constante por el reconocimiento de nuestra humanidad, los estereotipos que rodean nuestros cuerpos hacen que los actos individuales se perciban como masivos y generalizados, especialmente si son problemáticos o constituyen delitos. En esos casos, la sociedad no hablará del individuo, sino que se referirá al acto desde una lógica racial, resaltando el fenotipo del perpetrador. Por eso, cuando una persona blanca comete un delito, rara vez se menciona el color de su piel, pero cuando es una persona negra u otra racializada, ese dato se vuelve central, generando consecuencias colectivas por acciones individuales.
Pero eso (que claramente hay que combatir, pero lo hablaremos en otra ocasión), no puede ser excusa para caer en las mismas dinámicas opresivas que nos acechan. Estas actitudes reproducen los mismos patrones del sistema opresor dentro de nuestras propias organizaciones. ¿Por qué? Porque:
Esencializan nuestra existencia, mermando nuestra humanidad e individualidad.
Fomentan la jerarquía de la binariedad cis-heteronormativa por encima de otras narrativas diversas.
Son prácticas violentas y abusivas contra la capacidad de reparación, escucha y respeto que merece cualquier ser humano que ha sufrido algún tipo de violencia.
Contribuyen al discurso erróneo de que lo público y lo privado son espacios políticos separados, cuando en realidad, es en lo privado donde se configuran, negocian, castigan y autorizan muchas dinámicas de la esfera pública.
En mi cabeza siento, de verdad, que es importante preguntarnos si lo que deseamos como comunidad es construir estructuras de dignidad, conciencia y transformación, o simplemente una estructura étnica de negritudes basada en tradiciones culturales específicas, que reproducen un modus operandi que solo pretende decirle al sistema que “hacemos las cosas diferente”... cuando en realidad, no lo estamos haciendo en estos casos.
Los actos violentos, machistas, racistas, misóginos, transfóbicos, corruptos e injustos deben ponerse en el ojo público, deben hablarse, y si son denunciables, deben denunciarse, vengan de quien vengan.
No más "casa adentro" para la misogynoir que viven las mujeres negras a manos de hombres negros en busca de validación blanca.
No más "casa adentro" para la evidente transfobia que permea los espacios antirracistas, cargados de machismo y patriarcado, que creen que la dignidad, la escucha y el respeto solo son válidos para las personas que ellos consideren.
No más "casa adentro" para la normalización del discurso sectorizado del concepto de territorio, donde parece haber un termostato de "negrura" aplicado por la misma comunidad, evaluando quién es más o menos negro según la región del país donde nació.
• No más "casa adentro" para el trato despectivo hacia la creatividad de la juventud artística negra, que propone nuevas formas de narrar la cultura y la experiencia de vida, pero que es relegada por visiones cerradas que creen que solo hay una forma válida de mantener la tradición.
No debemos olvidar que, en unos años, nosotros también seremos futuros mayor@s y ancestr@s, y por lo tanto, tenemos el deber de preservar la tradición, sí, pero eso no significa alcahuetear las prácticas dañinas que la atraviesan. Tampoco debe impedirnos crear nuestras propias tradiciones desde las experiencias que estamos viviendo hoy.
No más Casa Adentro si se trata de mantener dinámicas que frenan nuestra evolución de pensamiento y dignidad colectiva.
Como dice la canción: La vamo’ a tumba’.
En fin, mucha cosa para pensar.
Escrito por: Yurlei Cortés Ortega, Swagga.

Créditos de la imagen de apoyo: @Prapretoler en Pinterest.
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